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LA VERDAD.08-10-03
Artículo: AL LÍMITE
(CANO BRUSTENGA)

De ocho a ocho

Comienza el curso escolar con los problemillas inevitables en colectivos tan numerosos y complejos, más alguna nueva faceta a reseñar, por su indudable trascendencia. Los alumnos se van a enterar de que hay que esforzarse y trabajar un poquito, que se acabó el chollo de pasar cursos y obtener titulitos por la cara, como demencialmente la autoridad competente ha venido consintiendo. De este capítulo ya hemos hablado y hablaremos muchas veces, no insistiremos hoy; tan solo significar que, aunque algún enteradillo ponga cara de asombro, a los niños y jóvenes les encanta superar metas, y admiten el esfuerzo. Otra cosa es que en sus casas y en clase se les sepa motivar e incentivar adecuadamente.

Un sindicato pide, nota literal, «para comodidad de los padres...que los centros educativos...abran de ocho de la mañana a ocho de la tarde. Así, los padres trabajadores podrían llevar a sus hijos a desayunar al colegio, dejarlos en el comedor y recogerlos terminada su jornada laboral». Y supongo que a las ocho de la tarde ya los querrán recibir cenados y bañados para mandarlos derechos a la cama, «para mayor comodidad de los padres».

La propuesta me suena, no es invento nuevo. Cuenta Plutarco en Vidas paralelas, que en Esparta «La vida familiar prácticamente no existía y no debían ocuparse de sus hijos ni de sus esposos. En esta sociedad, educación es equivalente a crianza; los niños no eran de la familia sino del Estado»; «los padres no eran dueños de educar a sus hijos, esto era tarea del estado» Estos progresistas que intentan lo más, haciendo lo menos, deberían seguir leyendo.

Y se enterarían de que la educación espartana tenía «rígidas normas de disciplina y obediencia». Ahora esto falla totalmente por la base. Algunos padres, que siguen siendo los dueños de sus hijos mal que les pese, no parecen preocuparse mucho de su educación, sino de que se los «guarden de ocho a ocho, para su comodidad».

Pero no es seguro que, además, acepten que a los estudiantes o hijos se les exija, como entre los espartanos, obediencia y disciplina. Prefieren criarlos, que se los críen más bien, entre algodones y caprichos. Si es verdad lo de que el roce hace el cariño, no extrañemos luego la abundancia de descastados, desobedientes y vagos en nuestras generaciones jóvenes. Con que la nueva Ley de Educación corrigiera algo de esto, nos daríamos por satisfechos.

 
 
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