LA TRIBUNA.21-12-03.
Artículo: EL ALMACÉN DE NIÑOS AMPLÍA SU HORARIO
(Dimas Cuevas)

Si Dios no lo remedia (y no creo que tenga ningún empeño en hacer milagros de tan poca monta), el curso próximo todos los colegios públicos de Albacete tendrán jornada continuada. Acabará así una batalla desigual en la que quienes tienen el poder (sindicatos de educación y administración educativa sindicalizada) vencerán, como no podía ser de otra forma, a quienes ningún poder tienen: los padres anónimos y, sobre todo, los chavales que tendrán que chuparse cinco horas seguidas de clase por las mañanas rindan lo que rindan.
Esta semana se nos ha presentado en rueda de prensa un proyecto de «ciudad educativa» para Albacete que, en esencia, viene a vulnerar directamente la Orden de Tiempos Escolares, hecha en su día a la medida de los convocantes. Nos dijeron que la comunidad educativa de cada centro podría decidir sobre la organización horaria; ahora, por el contrario, se ha creado una comisión de directores de centros que han predeterminado la jornada a la que deberán adecuarse todos los de la ciudad. A cambio nos ofrecen darles a nuestros hijos el desayuno (¿se creerán que no sabemos preparar un colacao?), y hasta llevarlos a la piscina por las tardes. No me manden más jamones...
Los adalides de la jornada continuada de lunes a jueves (los viernes ya la tienen) dicen que la solución es que los colegios abran desde las siete y media de la mañana hasta las seis de la tarde, para «facilitar la vida laboral de los padres». Esto es, si un niño permaneciera en el centro todo el tiempo ofertado, pasaría más de 52 horas semanales entre sus cuatro paredes: ni las fábricas de juguetes de Taiwan se atreven a tanto con sus trabajadores/esclavos. Por supuesto que los creadores de la «ciudad educativa» no piensan pasar tanto tiempo rodeados de rorros: para eso está el Ayuntamiento que deberá contratar monitores en las horas no incluidas entre las nueve y las catorce. ¿Pensarán que Pérez Castell tiene una máquina de hacer billetes en su despacho?
Lo curioso es que estos mismos señores que abogan por tener a los chiquillos casi once horas diarias en los colegios, son los que vienen acusando a los padres de considerar sus centros como «almacenes de niños». Ven pecaminoso y ofensivo que, por un criterio pedagógico, alguien pida el mantenimiento de una jornada partida entre mañana y tarde; pero les parece perfecto que los guachos tengan cinco horas seguidas de clase y otras cinco de actividades extraescolares... siempre que de éstas últimas se encarguen otros «mozos de almacén». Y, por supuesto, en julio y agosto y medio septiembre (y en Navidad, y en Semana Santa...), el almacén de niños cierra por vacaciones, y los padres que se las apañen.
Sé de padres que han ido a consejos escolares donde se les ha dado opción a elegir con plena libertad democrática: «Con nuestros votos podríamos aprobar solos la jornada continuada, pero preferimos hacerlo con vuestra complicidad», se les dice. Sólo un héroe se enfrentaría al claustro sabiendo que su voto es apenas testimonial.
Ciertos egoísmos paternales, y un no menos cierto egoísmo laboral-sindical, va a permitir que se nos endiñe la jornada continuada con la burda excusa de la «ciudad educativa». El final es el que ya sabíamos desde hace tiempo: los niños dejarán de tener clase por las tardes, bajará el rendimiento escolar, y el resto de promesas de actividades y complementos quedará en el limbo de la indefinición. Muchos padres serán felices al ahorrarse medio sueldo de la cuidadora, muchos maestros serán felices al no tener que ir a trabajar después de comer, y nuestros hijos serán un poco más analfabetos de lo que ya son. Y el que venga detrás, que arree.

Dimas Cuevas