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LA TRIBUNA. 12-01-04.
Artículo:
JORNADA PARTIDA O CONTINUADA
(Eduardo Cantos)
Este comienzo de año, Albacete se caracteriza por
el fragor del debate que, sobre la jornada escolar, se ha
entablado entre los partidarios de que sea partida, y los
que apoyan la continuada.
Desde hace mucho tiempo vengo sosteniendo que la jornada escolar
continuada es un verdadero atentado contra la salud de los
niños y niñas que la tendrían que soportar.
Y, también, contra el resultado o aprovechamiento,
por parte de los alumnos o alumnas, de la calidad de la enseñanza
que reciben mediante ese sistema.
En esta polémica ha salido a relucir el tema de los
costes. Que según la jornada sea de una forma u otra,
pueden ser más o menos elevados.
Pero yo creo que ése no es el problema, aunque haya
quien lo utilice para tomar la solución final. El verdadero
problema -y debería ser el único- es el alumno
o la alumna, que a una edad tan sensible va a ser sometido
a un esfuerzo que puede superar su capacidad de retentiva,
de atención, salud mental, y otras cosas que, como
anteriormente indico, repercuten en los resultados finales
de un aprovechamiento escolar, que indudablemente los puede
marcar para toda la vida.
Sobre el papel a los únicos que parece que les beneficiaría
la jornada escolar continuada, es a los docentes, porque ni
siquiera las familias tienen ninguna ventaja con ese sistema,
ya que son muchos los padres que se verían en la necesidad
de replantearse su jornada laboral.
Sí; está bien que los maestros aspiren -y las
consigan- a las conquistas sociales que los sitúe en
un plano de igualdad de un «status» profesional
digno, y suficiente a sus aspiraciones personales, y colectivas.
De hecho, en ese terreno es mucho lo que ya tienen conseguido.
Pero sin pasarse, porque a criterio de otros colectivos, ellos
ya han empezado a ser considerados como unos funcionarios
de elite, dentro del escalafón general de Funcionarios
del Estado.
De lo que aquí se trata, es de que el sujeto pasivo
de ese tipo de enseñanza, que es el niño, reciba
la mejor enseñanza posible, sin que se resienta su
salud mental o física. Y de que los conocimientos que
ponen a su alcance, les lleguen sin producirles ningún
tipo de trauma o conmoción síquica. Por eso
creo que la FAPA -Federación Provincial de Asociaciones
de Padres de Alumnos- hace muy bien en defender la jornada
escolar tradicional, al estimar que la otra -la continuada-,
en nada va a beneficiar al desarrollo de una enseñanza,
que con tanta frecuencia se ve convulsionada por reformas
y modalidades que, muchas veces, no son las mejores para educar,
en la enseñanza, a nuestros hijos. O como en mi caso,
a nuestros nietos.
Eduardo Cantos
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