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LA TRIBUNA.08-02-04.
Artículo: LA INGESTA DEL BOCADILLO, NUEVA MATERIA CURRICULAR
(Dimas Cuevas)
No sé si se dice «materia curricular»,
pero estoy dispuesto a aceptar la corrección de cualquier
experto pedagogo. Lo cierto es que los maestros y los políticos
defensores de «Albacete ciudad educadora» -eufemismo
para referirse a la imposición pseudodemocrática
de la jornada continuada- acaban de inventarse una nueva asignatura:
la «ingesta del bocadillo».
Transcribo textualmente de un folleto que pide el «sí»
para la jornada matutina -por cierto editado con dinero de
todos, partidarios del cambio o no, porque lo sufragan Ayuntamiento
y Diputación-: «Como principio general y propuesta
psicopedagógica de distribución horaria se ha
de contemplar el conjuntar los tiempos acentuados con los
tiempos atenuados, las áreas instrumentales con las
áreas formativas, los períodos de aprendizaje
con los de descanso (que no será superior a treinta
minutos a lo largo de toda la jornada). El ritmo de aprendizaje
debe ser progresivo y en aumento, dada la curva de rendimiento
que culmina al finalizar la mañana entre los niños
de Educación Infantil y Primaria (...). Se propone,
como modelo orientativo, el siguiente: dos sesiones iniciales
de 60’; la realización de un taller de ‘desayuno
inteligente’ (en la propia aula y con una programación
educativa establecida) para la realización de la ingesta
del bocadillo; una tercera sesión de 50’; un
descanso en el patio de recreo de 30’; y finalizará
la jornada con dos sesiones de 45 minutos. La suma total,
diaria, del tiempo dedicado al proceso de enseñanza
y aprendizaje y el tiempo de escuela son 300 minutos».
La cita ha sido larga, pero no me dirán que no ha merecido
la pena por lo que te ríes. La única duda que
me corroe es si el texto en cuestión lo escribió
Cantinflas o Antonio Ozores. Hay hallazgos lingüísticos
sencillamente geniales, como lo de los «tiempos acentuados»
y los «tiempos atenuados». Pero lo mejor de todo
es la «ingesta del bocadillo»; para no decir que
habrá que dar dos recreos a los chiquillos para que
aguanten cinco horas seguidas encerrados, se han inventado
el «taller de desayuno inteligente». En fin, señores
paridores de la «ciudad educadora»; puede que
quienes seguimos defendiendo la jornada partida estemos equivocados,
pero eso no les da a ustedes derecho a tomarnos por tontos.
La única ventaja, eso sí, es que esos críos
que antes sólo aprobaban el recreo, a partir de ahora
también podrán aprobar la «ingesta del
bocadillo»; y si son un poco tragones y no tiran migas
al suelo, hasta con matrícula de honor.
La guerra de la jornada continuada está degenerando
en episodios ciertamente grotescos. En otro folleto a favor
del ‘sí’, también pagado por Ayuntamiento
y Diputación (¿cuántos han subvencionado
a favor del ‘no’?), se dice que «modificar
los actuales tiempos escolares no afecta al rendimiento escolar.
El tiempo es otra variable, al igual que la carga genética
del alumno». No sé si hablan de nuestros hijos
o del virus de la gripe del pollo, con eso de la carga genética.
Además, mientras la jornada de los maestros se establece
en 29 horas semanales, se pretende que los conserjes permanezcan
en su puesto nada menos que 43 horas por semana. Estatuto
de los Trabajadores, tiembla.
En fin, aunque a mí no me pague los folletos ni el
Ayuntamiento ni la Diputación, me permito hacer mi
propia campaña y recomendar a los padres que, por el
bien de la educación de sus hijos, el próximo
día 16 voten «no» a la jornada continua.
Ya sé que es incómodo llevar a los niños
a clase con el último bocado de la comida, ya sé
que las presiones son muchas y a veces es difícil enfrentarse
al sistema, pero la responsabilidad de los padres es la que
es. Y por cierto, en los centros donde salga el «no»,
¿mantendrán las instituciones el compromiso
de mejorar las actividades extraescolares... o es que la ‘ciudad
educadora’ sólo funciona de nueve a dos?
Dimas Cuevas
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