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LA TRIBUNA.13.02.04.
Cartas:
ALBACETE ¿CIUDAD EDUCADORA?
(Juan Vicente Velasco)
El proyecto de concentración de la jornada escolar
no contribuye a promover los valores de solidaridad entre
los ciudadanos de Albacete. Es un proyecto que se quiere imponer
desde la administración, sin un debate previo, tranquilo,
igualitario y respetuoso con todas las opciones. Hay una alternativa
que se ha silenciado interesadamente, quizá porque
es difícil encontrar argumentos en su contra. Es la
elección individual de la jornada escolar. La idea
es de uno de los mayores expertos en sociología de
la educación, el catedrático de sociología
de la Universidad de Salamanca, Mariano Fernández Enguita.
Propone que los padres elijan no sólo el centro sino
también la jornada escolar de sus hijos. Esto permitiría
una atención a la diversidad de edades, de formas de
vida de las familias y de características singulares
de los niños. Cada dos años se podría
cambiar de jornada partida a continua o al revés, según
la evolución de los niños, si empiezan a tener
dificultades escolares, circunstancias familiares, etc. Los
grupos de JC o JP se formarían según las solicitudes.
Sólo en el caso de que existiera una sola línea
por curso se plantearía una decisión colectiva
como la que nos plantean ahora. La ventajas de la decisión
individual frente a la colectiva son obvias. Se atiende a
las diferencias cronobiopsicológicas de los alumnos,
a los diferentes ritmos, preferencias, fases y formas del
desarrollo por las que pasan los niños, circunstancias
familiares, etc. El grado de insatisfacción de los
padres, con la decisión colectiva que nos proponen,
puede ser incluso mayor del 50% porque se suman los votos
del personal del centro. Con la decisión individual
casi todos los padres verían satisfecha su opción.
Como consecuencia de esto no habría rupturas ni tensiones
en la comunidad educativa, los padres no acusarían
a los profesores de vagos ni éstos a los padres de
egoístas.
La educación en valores, objetivo explícito
del programa «Albacete ciudad educadora» se conseguiría
mucho mejor reconociendo la necesidad de dar respuesta a diferentes
necesidades de los alumnos y de los padres en relación
con la jornada escolar. Hay una impresión muy difundida
entre los padres de que el profesorado se ha prevalido de
su posición profesional para imponer, promover o legitimar
sus reivindicaciones laborales, atribuyendo al proyecto unas
virtudes pedagógicas que no están demostradas,
al menos. Que han sido los sindicatos los que han presionado
y que a las administraciones les ha interesado hacer esta
concesión para ganarse su apoyo.
Esta impresión puede desprestigiar a los maestros de
la escuela pública y a la escuela pública en
general. Para los que apostamos por lo público entrar
en esta dinámica nos parece peligroso y triste. Se
debe evitar la sospecha de falta de compromiso y de vocación
del profesorado de la escuela pública, por parte de
un sector muy amplio de padres que van a quedar insatisfechos
por este modelo de decisión pseudodemocrática
del 16 de febrero.
Otro motivo de inquietud es la convicción de que será
una decisión irreversible, por más que nos digan
que se evaluará el resultado del proyecto. Según
la jurisprudencia es muy difícil obligar a un trabajador
a renunciar a sus derechos adquiridos. Sería reversible
si los maestros voluntariamente así lo deciden.
La implantación de la jornada continua no es algo baladí,
indiferente, cuestión de gustos, ya que según
los estudios de cronobiopsicólogos como Testu, o de
expertos como Enguita, puede perjudicar a los sectores de
niños que ya tienen dificultades de aprendizaje y se
les añadiría otra dificultad: la concentración
de la jornada. Es un proceso que dejará víctimas
a su paso, mayor fracaso escolar. Niños y familias
con dificultades, que generalmente no pueden o no saben defender
ahora su derecho a la jornada partida. La evaluación
del proceso no será fiable, estará sesgada,
porque los autoevaluadores serán juez y parte del proyecto.
Los padres debemos exigir y asumir un protagonismo mayor en
la educación de nuestros hijos, no dejar que se tomen
decisiones que no estén basadas en la evidencia de
estudios pedagógicos y menos cuando los pocos estudios
que hay evidencian que los de siempre, los de abajo, seguirán
siendo los perjudicados. Luchemos porque la educación
cumpla su función de compensación de desigualdades,
para que no haya sólo una logopeda o una pedagoga terapeuta
en colegios de 650 alumnos, para que no se gaste un euro en
monitores de danza o artes marciales antes de que haya plantillas
adecuadas de profesores de apoyo. No podemos permitir que
el fracaso escolar del 30% en secundaria se vaya gestando
en primaria, mientras algunos niños sin problemas disfrutan
de la iniciación al baloncesto a costa de que el niño
con problemas no tenga su profesor de apoyo, sus clases adicionales
o un calendario escolar más largo si así lo
necesita.
La mejor educación en valores es enseñar a los
niños sin problemas de aprendizaje y que viven en un
medio social y familiar estimulante a ser solidarios con los
que sí tienen dificultades de aprendizaje o viven en
un medio social y familiar desaventajado, y su mejor actividad
extraescolar sería convencer a sus padres de que votaran
no a la jornada continua para que sus compañeros más
lentos no tuvieran la tensión innecesaria e injusta
de este tipo de jornada. Después reivindicaremos la
jornada opcional en cada centro educativo.
Juan Vicente Velasco
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