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LA TRIBUNA.15-02-04.
¿HAY QUE MODIFICAR LA JORNADA ESCOLAR?

En los Centros de Educación Infantil y Primaria de Albacete, se ha planteado un intenso debate -no ajeno a intereses particulares- sobre lo que se ha denominado «Los tiempos escolares en el marco de una ciudad educadora». Lo que debería haber sido un trabajo colaborativo de reflexión crítica entre padres y madres, profesorado y personal de administración y servicios, sobre cómo se debe favorecer el desarrollo consciente y autónomo de las personas, para conseguir modos propios de pensar, sentir y actuar, se ha convertido -en algunos casos- en una lucha personal por imponer «su verdad» o sus planteamientos, sin auténticas perspectivas de futuro. Este hecho demuestra -entre otras cosas- la falta de práctica democrática y la ausencia total -hasta ahora- de participación de la comunidad educativa, en un tema tan importante como la distribución del tiempo en los Centros educativos.

Resulta obvio que nuestra Escuela precisa bastantes cambios para ofrecer una educación de calidad. Uno de ellos es la jornada escolar, pero no el único. Por tanto, no debe resultar extraño que algunos padres y madres, al leer el tríptico -o escuchar la «versión» interesada de su posible contenido- sobre «Albacete ciudad educadora», lo consideran más como folleto de propaganda que una información crítica y objetiva sobre «los tiempos escolares en el marco de una ciudad educadora», especialmente cuando otros «personajes» aprovechados manifiestan que todo constituye un montaje para que los maestros y maestras trabajen menos y sólo por las mañanas. La realidad no es esa versión simplista de los que interesadamente se oponen a los cambios y utilizan cualquier falacia para impedirlos.

Los padres y madres deben reivindicar, independientemente del tipo de jornada escolar que se establezca en los Centros de sus hijos e hijas, una Escuela inspirada en una política educativa que ofrezca -entre otras cosas- una alternativa a la jornada actual, ya que la determinación de la amplitud de la jornada escolar es una decisión de extraordinaria importancia, que exige construir una Escuela como comunidad abierta de aprendizaje, de reflexión y acción, de reproducción y transformación, lo que precisa un Proyecto Educativo decidido realmente por los Claustros (no por el mercadeo de las Editoriales), una formación adecuada del profesorado, y unos medios materiales y personales que permitan dar respuesta a la diversidad.

Si se apuesta seriamente por una educación de calidad, hay que posibilitar la participación de la comunidad educativa en un proyecto de vivencia cultural, con disponibilidad abierta de espacios, del tiempo y de los recursos, para afrontar las tareas que se deriven de la creatividad cooperativa. No debemos olvidar que, en la actualidad, vivimos en un escenario social complejo en el que, como consecuencia de la velocidad y simultaneidad con que circula la información, los conceptos de espacio y tiempo se modifican. Por ello, la Escuela no puede seguir ignorando las peculiaridades y diferencias del desarrollo individual y cultural, imponiendo la adquisición homogénea de contenidos perennes de la humanidad y despreciando los procesos, contradicciones, emociones y sensibilidades, en un único modelo de organización temporal y espacial, al margen de las exigencias y cambios que se están produciendo en nuestra sociedad. Resulta obvio que la Escuela no puede -ni debe- «transmitir» y trabajar dentro de un único marco cultural, un solo modelo de pensar sobre la verdad, el bien o la belleza.

El horario escolar debe permitir la flexibilidad del tratamiento curricular, para acomodarlo a las diferencias individuales y grupales, posibilitando la diversidad de intervenciones didácticas y, además, considerar los momentos dedicados a la recuperación asistida o tutelada. La práctica ha demostrado que un horario prolongado permite dedicar más tiempo a los niños con necesidades educativas especiales y a los métodos cooperativos de aprendizaje compartido, con la consiguiente dedicación al trabajo en grupo, la investigación, los debates, las asambleas y las relaciones horizontales entre el alumnado y las de éste con el profesorado. Además, favorece la actualización y el trabajo colaborativo del profesorado, su dedicación a elaborar proyectos que respondan a las necesidades del entorno, etc. Por otra parte, la distribución del tiempo en horario fragmentado -y ordenado jerárquicamente por la supuesta importancia de las disciplinas- implica un marco de trabajo centrado en la reproducción automática de conocimientos.

Muchos padres y madres se encuentran confusos entre las propuestas encontradas sobre «lo bueno» y lo «malo» de iniciar un cambio en los tiempos escolares, ya que desean lo mejor para sus hijos y, tras analizar y repensar todas las propuestas, no ven con tanta transparencia las virtudes o defectos que les indican. Es lógico que así sea, ya que la verdad siempre es dialéctica y los tiempos escolares son un elemento que influye en la calidad, pero hay más. Cuando realmente se verá la validez de la jornada prolongada y continua es cuando se desarrolle en la práctica, pues llevamos tantos años con la jornada partida que sólo conocemos las ventajas e inconvenientes de ésta.

Sería una gran pérdida de esfuerzo y energías desaprovechar el trabajo de reflexión y crítica sobre la jornada escolar, continuando en la línea de tratar -de alguna manera- de «imponer y demostrar» a los demás «nuestra verdad», se decida por una -u otra- opción. A partir del día 16 de Febrero, toda la comunidad educativa -en beneficio de la futura ciudadanía- debemos trabajar, para exigir -cada uno desde su parcela- los medios materiales y personales precisos para que exista el marco adecuado que favorezca una educación de calidad, sin discriminaciones.

Desde mi compromiso personal y profesional por una educación de calidad, reconozco que, al margen de la jornada escolar que se establezca en los Centros, tendremos que seguir luchando por una educación de calidad para todos y todas, independientemente de sus características personales y del medio socio-cultural en que se viva. Lógicamente, resulta imprescindible disponer de un marco espacial y temporal mucho más flexible, para acomodarse a la diversidad de proyectos que puedan formularse y desarrollarse en cada grupo de alumnos.

Consecuentemente, se precisa que la educación se mantenga al margen de intereses partidistas o sectarios, y que toda la comunidad educativa colabore en la construcción de un marco escolar que realmente forme personas que se integren y trabajen en la construcción de una sociedad más libre, solidaria, tolerante y democrática. Ascensión Palomares.

 
 
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