LA VERDAD. 20-02-04.
Cartas: EL DÍA DESPUÉS.
(Silvio Tébar Heras)

Al día siguiente de la jornada electoral en los centros de Albacete capital, y alguna otra localidad, no queda más que dar la enhorabuena a la Comisión de Directores, con Jesús Ortega a la cabeza, por haber puesto en marcha el proceso, haber ilusionado a la gente y haberlo llevado a bastante buen puerto (algo impensable hasta hace muy poco tiempo).

Por otra parte, dar también la enhorabuena a los veintitantos centros que han dicho sí a la modificación de la jornada, desoyendo los panfletos catastrofistas de la Fapa. Decir, asimismo, a los otros centros que no han conseguido todavía el sí que no pierdan la esperanza, porque más pronto que tarde lo van a conseguir.

Resaltar, además, el poco respaldo, la poca representatividad que tiene la Fapa (a las pruebas me remito), que ha tensado tanto la cuerda en sus relaciones con la comunidad educativa que se le ha roto en veintitantos pedazos. Constatar que, en línea con lo dicho anteriormente, la jornada electoral de ayer ha supuesto una derrota a la intransigencia, al seguimiento de unas férreas directrices dictadas por la Fapa con unos argumentos rancios, basados en el miedo a lo desconocido y la amenaza («van a cerrar los comedores escolares», «van a acabar con la escuela pública», etc.), que no se sostienen.

La Fapa, al terminar las votaciones, expresó su satisfacción por la participación de las familias. No le quedaba otra; pero lo dijo con la boca pequeña, porque lo que hubiera querido decir es «expresamos nuestra satisfacción porque ha triunfado el no»-la sensatez, la cordura, el pensamiento único, porque votar sí era votar sí a «una cosa que no tiene ningún fundamento» (leído en panfletos de Juntas Directivas de Apas entregados la víspera de la votación para conseguir no modificar la jornada por mandato de la Fapa, y lo han conseguido).

La Fapa lo que verdaderamente quiere es que el Proyecto «Albacete, ciudad educadora» (por cierto, expresión acuñada por mi amigo Juan Peralta) no tenga éxito para poder venir después el tío Paco Delgado con la rebaja de «salvar la escuela pública», pero con amigos así casi no necesita enemigos la escuela pública.

Silvio Tébar Heras.