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EL PAÍS - 25-10-2004 | El camino para ser profesor en secundaria y bachillerato |
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Lorenzo
J. Blanco Nieto es profesor del Área de Didáctica de la Matemática de
la Universidad de Extremadura. En
1902, Francisco Giner de los Ríos denunció la absurda situación de
las facultades españolas, ya que, sabiéndose que la mayoría de sus
alumnos se iban a dedicar a labores docentes, la formación del
profesorado no estaba contemplada entre sus objetivos. Más
recientemente, en el 2003, representantes de asociaciones educativas
relacionadas con la enseñanza de las ciencias y de las matemáticas pedíamos
una reconsideración de la formación inicial en la Comisión de Educación,
Cultura y Deporte del Senado. Llamativo fue que nuestras propuestas
fueron aprobadas por unanimidad de todos los grupos parlamentarios, y
sus conclusiones, publicadas, en mayo de 2003, en el Boletín Oficial de
las Cortes Generales (Senado), pero las consecuencias legislativas han
sido nulas hasta el momento. La
situación sobre la formación inicial del profesorado y el acceso a la
profesión docente viene caricaturizada en la paradoja del investigador
J. Busquet: "Imaginemos una escuela de natación que se dedicara un
año a enseñar anatomía y fisiología de la natación, psicología del
nadador, química del agua y formación de los océanos, costes
unitarios de las piscinas por usuario, sociología de la natación,
antropología de la natación y, desde luego, la historia mundial de la
natación, desde los egipcios hasta nuestros días. Todo esto,
evidentemente, a base de cursos magistrales, libros y pizarras, pero sin
agua. En una segunda etapa se llevaría a los alumnos-nadadores a
observar durante varios meses a nadadores experimentados, y después de
esta sólida preparación, se les lanzaría al mar, en aguas bien
profundas, en un día de temporal de enero". ¿Piensa
alguien que en estas condiciones los alumnos-nadadores estarían
preparados para nadar? ¿Sobrevivirían o alcanzarían la orilla? ¿Qué
futuro tendría esa escuela en una sociedad como la nuestra? ¿Qué dirían
los medios de comunicación si el Estado subvencionara escuelas
similares en todo el territorio nacional? No necesito respuesta. Sin
embargo, esta situación describe la historia de los profesores que
acceden a la enseñanza secundaria y bachillerato. Durante cuatro o
cinco años, al igual que el alumno-nadador, estudian contenidos científicos
de las diferentes disciplinas con mayor o menor esfuerzo y rendimiento.
Posteriormente se les somete a un curso, que está mal valorado por la
Administración educativa, profesores y estudiantes, pero que resuelve
institucionalmente el problema de titulación. En este curso oyen sobre
otras disciplinas y, supuestamente, observan (?) el comportamiento de
otros nadadores. Con toda esta preparación se les echa en las aguas
profundas de las aulas de los institutos para desarrollar una función
que desconocen, para la que no han sido preparados y con los apoyos que
puedan encontrar en función de las características del entorno específico
que los reciba y de sus circunstancias personales. La
formación científica es una parte imprescindible de la formación de
los profesores, pero no debe ser la única. El profesor necesita también
disponer de otros conocimientos, como los de didáctica específica y
los derivados de la práctica de la enseñanza para iniciar su trabajo.
Además de un periodo de adaptación a la profesión. ¿No se hace así
con los médicos o con los abogados? ¿Por qué no con los docentes? Esta
situación nos ha llevado a los investigadores educativos a caracterizar
esta primera etapa de la actividad profesional docente como la de la
supervivencia, y la técnica de su aprendizaje, como la del ensayo y
error. Y es una situación que perjudica tanto a los profesores noveles
como a los alumnos que éstos tienen. Resulta
difícilmente comprensible que se haya avanzado tan poco desde la
situación problemática que, hace ya más de cien años, señalara
Giner de los Ríos. Las nuevas necesidades generadas por la sociedad
actual, la ampliación de la escolaridad obligatoria hasta los 16 años,
el desarrollo de los conocimientos relacionados con la educación y el
fracaso de la situación actual no han sido suficientes para modificar
la formación inicial del profesorado de secundaria y el acceso a la
profesión docente. Y para enlazar dos eslabones de la misma cadena que,
hasta ahora, han estado siempre separados. El
documento sobre educación sometido a debate por parte del Gobierno
actual parece reconocer este problema y se hace eco, aunque tímidamente,
de algunas ideas avanzadas en el marco de la convergencia europea para
la formación inicial. A este respecto, esperemos que se asuma y
desarrolle la propuesta de un itinerario educativo para las
licenciaturas básicas con una orientación específica que tenga como
objetivo fundamental preparar profesionalmente para la enseñanza en
secundaria.
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